sábado, 15 de febrero de 2014

Astronomía y cultura en Mesoamérica


Las investigaciones contemporáneas sobre arqueoastronomía han puesto de relieve  ahora más que nunca el grande y sostenido interés de los pueblos mesoamericanos por obser­var, conocer y medir los movimientos y los ciclos de un cierto número de cuerpos celestes. De ese interés dan testimonio múltiples inscripciones, algunas que provienen desde el pe­riodo preclásico y otras a todo lo largo de la evolución cultu­ral de Mesoamérica.

Tienen asimismo especial significación las representaciones y registros de fenómenos astronómicos en los códices que se conservan (mayas, mixtecas y del altiplano central), algunos con información de tan grande importancia como la que puede inferirse de las tablas de eclipses incluidas en el Códice de Dresde.

 A tales testimonios deben sumarse los que forman parte de la documentación escrita ya con el alfa­beto, en lenguas indígenas (náhuatl, maya-yucateco, maya- quiché...) a raíz de la  Conquista, y también las noticias que, sobre conocimientos astronómicos del hombre indígena, pro­porcionan algunas crónicas e historias de autores españoles sobre todo del siglo xvi.

El análisis de estos testimonios ha permitido a distintos investigadores elaborar varios géneros de trabajos: unos, de índole descriptiva, de los cuerpos celestes, sus ciclos, etcétera,

1.                            ¿Qué sentido tuvo lo que hoy llamamos “astronomía mesoamericana” en el contexto de su visión del mundo, religión, organización social, política y económica y, en una palabra en su “todo social y cultural”, es decir, en función de la suma de sus elementos y factores dinámicos, desde sus modos de producción hasta su arte, literatura, derecho y religión? De la respuesta o respuestas que puedan darse a esta primera cues­tión habrá de derivarse una comprensión mucho más ade­cuada de esa “preocupación mesoamericana”, entendida en su relación con la propia cultura prehispánica. La segunda cuestión, muy ligada con la anterior, es ésta:
2.                    ¿Qué sentido tiene, con base en inferencias a partir de cómputos sobre todo de índole calendárica en códices o ins­cripciones, o apoyándose en los datos obtenidos acerca de las orientaciones de determinados edificios prehispánicos, enca­minarse a “descubrir” que los mesoamericanos abarcaron en su preocupación astronómica un gran número de ciclos o fenó­menos celestes que obviamente el investigador conoce con anterioridad gracias a las aportaciones de la astronomía des­arrollada en la cultura occidental? Para dar un ejemplo, pienso en quienes sostienen que los mesoamericanos conocían los ciclos de varios planetas, además del de la “estrella grande” o Venus. Otras afirmaciones respecto de otros cuerpos celestes o ciclos de los mismos como la citada acerca de los pla­netas tienen en común que se formulan partiendo sobre índole inferencias matemáticas Hay quienes nos guían, acerca de cómo deben ser adorados nues­tros dioses, cuyos servidores somos como la cola y el ala. Los que hacen las ofrendas, los que ofrecen copal, los llamados sacerdotes de Quetzalcóatl. También los sabios de la palabra, los que tienen obligación, se ocupan día y noche, de poner el copal, de su ofreci­miento, de las espinas para sangrarse. Los que ven, los que se dedican a observar el curso y el proceder ordenado del cielo, cómo se divide la noche. Los que están mirando (leyendo), los que cuentan (o refieren lo que leen). Lo sique vuelven ruidosamente las hojas de los códices. Los que tienen en su poder la tinta negra y roja (la sabiduría) y lo pintado. Ellos nos llevan, nos guían, nos dicen el camino. Quienes orde­nan cómo cae un año, cómo siguen su camino la cuenta de los (destinos y los días y cada una de las veintenas (los meses). De esto se ocupan, a ellos les Toca hablar de los dioses.

En principio no debe olvidarse que para los mesoamerica­nos el universo guarda relación fundamental con el Sol. En muchas lenguas de esta área el concepto de sol se enuncia con un vocablo cuya raíz significa “luz-calor”. En náhuatl, por ejemplo, tonatiuh, derivado de tona “brillar, calentar”, se relaciona con tonalli  que es “día, calor, destino”. Por otra parte tonatiuh, al referirse a los “soles” que han existido, significa “edad”, “periodo cósmico”.


El que hayan existido varias edades o “soles” que termina­ron violentamente llevó a la persuasión de que él, hombre vive en un universo presidido por el Sol que es fuente de vida, es “Dador de la vida”, pero está a la vez sujeto siempre al riesgo de debilitarse y sucumbir. El Sol es realidad divina pero no es el supremo dios dual, padre y madre de todos los dioses. Entre los mexicas, más vinculado parece a otras deidades como Huitzilopochtli.