Las investigaciones contemporáneas sobre arqueoastronomía han puesto
de relieve ahora más que nunca
el grande y sostenido interés de los pueblos
mesoamericanos por observar, conocer y medir los movimientos y los ciclos de
un cierto número de cuerpos celestes. De ese interés dan testimonio múltiples
inscripciones, algunas que provienen desde el periodo preclásico y otras a
todo lo largo de la evolución cultural de Mesoamérica.
Tienen
asimismo especial significación las representaciones y registros de fenómenos
astronómicos en los códices que se conservan (mayas, mixtecas y del altiplano
central), algunos con información de tan grande importancia como la que puede
inferirse de las tablas de eclipses incluidas en el Códice
de Dresde.
A tales testimonios deben sumarse los que
forman parte de la documentación escrita ya con el alfabeto, en lenguas
indígenas (náhuatl, maya-yucateco, maya- quiché...) a raíz de la Conquista, y también
las noticias que, sobre conocimientos astronómicos del hombre indígena, proporcionan
algunas crónicas e historias de autores
españoles sobre todo del siglo xvi.
El análisis de estos testimonios ha permitido a distintos
investigadores elaborar varios géneros de trabajos: unos, de índole
descriptiva, de los cuerpos celestes, sus ciclos, etcétera,
1.
¿Qué sentido tuvo lo que hoy llamamos “astronomía mesoamericana” en el contexto de su visión del mundo,
religión, organización social, política y económica y, en una palabra en su
“todo social y cultural”, es decir, en función de la suma de sus elementos y
factores dinámicos, desde sus modos de producción hasta su arte, literatura,
derecho y religión? De la respuesta o respuestas que puedan darse a esta
primera cuestión habrá de derivarse una comprensión mucho más adecuada de esa
“preocupación mesoamericana”, entendida en su relación con la propia cultura
prehispánica. La segunda cuestión, muy ligada con la anterior, es ésta:
2.
¿Qué sentido tiene, con base en inferencias a partir de cómputos
sobre todo de índole calendárica en códices o inscripciones, o apoyándose en
los datos obtenidos acerca de las orientaciones de determinados edificios
prehispánicos, encaminarse a “descubrir” que los mesoamericanos abarcaron en
su preocupación astronómica un gran número de ciclos o fenómenos celestes que
obviamente el investigador conoce con anterioridad gracias a las aportaciones
de la astronomía desarrollada en la cultura occidental? Para dar un ejemplo,
pienso en quienes sostienen que los mesoamericanos conocían los ciclos de
varios planetas, además del de la “estrella grande” o Venus.
Otras afirmaciones respecto de otros cuerpos celestes o ciclos de los
mismos como la citada acerca de los planetas tienen en común que se formulan partiendo sobre índole inferencias matemáticas
Hay quienes nos guían, acerca de cómo deben ser
adorados nuestros dioses, cuyos servidores somos como la cola y el ala. Los
que hacen las ofrendas, los que ofrecen copal, los
llamados sacerdotes de Quetzalcóatl. También los sabios de la palabra, los que
tienen obligación, se ocupan día y noche, de poner el copal, de su
ofrecimiento, de las espinas para sangrarse. Los
que ven, los que se dedican a observar el curso y el proceder ordenado del
cielo, cómo se divide la noche. Los que están mirando
(leyendo), los que cuentan (o refieren lo que
leen). Lo sique vuelven ruidosamente las hojas
de los códices. Los que tienen en su poder la tinta negra y roja (la sabiduría)
y lo pintado. Ellos nos llevan, nos guían, nos
dicen el camino. Quienes ordenan cómo cae un año, cómo siguen su camino la
cuenta de los (destinos y los días y cada una de las veintenas (los meses). De
esto se ocupan, a ellos les Toca hablar de los
dioses.
En principio no debe olvidarse que para los mesoamericanos el
universo guarda relación fundamental con el Sol. En muchas lenguas de esta área
el concepto de sol se enuncia con un vocablo cuya raíz significa “luz-calor”.
En náhuatl, por ejemplo, tonatiuh, derivado
de tona
“brillar, calentar”, se relaciona con tonalli que es “día, calor,
destino”. Por otra parte tonatiuh, al
referirse a los “soles” que han existido, significa “edad”, “periodo cósmico”.
El que hayan existido varias edades o “soles” que terminaron
violentamente llevó a la persuasión de que él,
hombre vive en un universo presidido por el Sol que
es fuente de vida, es “Dador de la vida”, pero está a la vez sujeto siempre al
riesgo de debilitarse y sucumbir. El Sol es realidad divina pero no es el
supremo dios dual, padre y madre de todos los dioses. Entre los mexicas, más
vinculado parece a otras deidades como Huitzilopochtli.